Breve relato cora, “El nacimiento del maíz” (Segunda y última parte)

Les presento un relato cora, a manera de una pieza de oralidad nativa, transcrita de la grabación sonora del cuento narrado por don Bernabé Solís, con el permiso del investigador etnomusicólogo Marcos Herrera.

Son dos partes de las cuales ésta es la segunda y última, y espero disfruten este mundo mágico que nos rodea a los nayaritas.

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La historia

Un tiempo pasaron respetando la recomendación de su teij, pero un día se encontró con una persona el cazador, y platicaron, y lo invitó a una fiesta donde habría muchas mujeres y vino. Él se sentía poderoso, con mucho dinero y se interesó por la fiesta.

A los cinco días salió a la fiesta y se llevó un morral con mucho dinero; salió sin decirle a su madre a dónde iba, y cuando llegó a la fiesta ya estaba el amigo que lo invitó. Bailaron en la tarima y le ofrecieron el vino y tomó con muchas ganas como si tuviera sed.

Más tarde preguntó, que dónde podía comprar más vino, y compró y siguió tomando. Pasó la fiesta muy borracho, olvidando los consejos de la teij.

Al oscurecer mandó llamar a los mariachis y le tocaron varias horas. Ya como a las dos de la mañana se fué a su casa, pero antes de llegar venía gritando y mentando madres.

Llegó y le grita a la tatej, -¡levántese cabrona vieja!-

Se levantó la tateij, y la mandó a moler, porque tenía hambre; pero cuando estaba moliendo le salió sangre de las manos.

Pero así siguió y le hizo la comida; comió, y se llevó a la tateij a la cama como queriendo hacerla su mujer. Pero estaba tan borracho que se quedó dormido y la tateij aprovechó para salir de la casa y regresó al cielo de donde había venido.

Se encontró con su papá el kuajrabe y su madre la tateij jurimua.

El castigo para el cazador

Cuando el cazador despertó, se encontró dormido en el suelo. Todo lo que le había hecho la tej había desaparecido, como si ella se lo hubiera llevado.

Se levanta el cazador y se asoma al carretón, y se da cuenta que no había ni maíz. Sólo le dejó unas raíces de ku’ukui (raíces comestibles de la región), y quedaron el cazador y su madre pobres, como estaban antes de la visita de la teij.

Y empezaron a buscar a la teij, pero nadie les dio razón.

Ella ya estaba en el cielo platicándole a su mamá lo que le habían hecho, y le dijeron el papá y la mamá que iba a estar castigada; la encerraron, y sus dos hermanas se encargaban de llevarle alimentos.

Mientras tanto el cazador seguía empeñado en su búsqueda, pero nadie le dio razón; pero cuando en éso estaba, se encontró al vishku, y le preguntó si había visto a la teij, y el vishku le contestó, -para qué me preguntas si ya sabes lo que hiciste con ella-. El cazador le dijo, -te pregunto porque tú andas por todo el mundo-.

El vishku no le dió razón. El cazador le rogaba que le diera información porque él podía andar por todo el mundo. Hasta que lo enfadó y le dijo que preguntaría a otro hombre que podía andar más que él por el mundo, y que podía meterse a las casas, (era el viento).

Le dijo, -me esperas cinco días mientras lo encuentro, y luego aquí nos vemos, pero me traes comida-.

-¿Cual comida?-, y el vishku le dijo, -tu chuitá (mierda)-.

El cazador cagó y le guardó la mierda. Al llegar los cinco días se encontraron en el lugar que habían quedado; se saludaron y se preguntaron cada quién por su encargo.

El cazador le entregó la chuitá y el vishku se la comió. Y después de comer le dio razón. Le dijo que si la habían visto a ésa que se le perdió que estaba allá con su papá, que la tenían castigada, y le preguntó, -¿qué puedo hacer para traerla de nuevo aquí?-.

Le respondió que lo esperara. Que el eka (viento) iba a llegar a las once del día. Lo esperó para que le diera razón y así pasó el viento. Llegó a las once y le preguntaron que cómo le podían hacer para traer de nuevo a la tateij. Él les respondió que no los podía llevar, que se hiciera cargo el vishku, y después él los podía ayudar.

Les dijo, -yo ya me voy, allá los espero arriba; voy a ver cómo le podemos hacer para entrar-.

El vishku se animó a llevar al cazador, y se fueron volando. Tenían que pasar obstáculos para poder llegar: el primero se trataba de cruzar un camino donde rodaban las piedras y el peligro era mucho; el segundo era pasar por un lugar donde estaban cayendo agujas, pero lograron pasar los obstáculos con bien.

Llegaron allá arriba, y allí lo dejó el vishku; le dijo que allá lo iba a ver el viento y se haría cargo de lo demás.

Se fué el cazador y llegó primero con una cocochita (baupu), y le preguntó que dónde estaba la teij. El baupu que era muy corajudo no le dió razón; solamente lo regañó, luego llegó con el bijurai (la güilota), era igual de corajudo y tampoco le dio razón; de allí llegó con la paloma kukui, y ella sí le dio razón, lo consintió y le platicó que iba a ser muy difícil; que era posible que ya no pudiera salir de ahí.

Pero le ofreció casa y alimentos, pero con la condición de que no saliera de ahí porque había mucho peligro.

FIN.

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