El Cuartel Morelos de Tepic

Bernardo Macías Mora

El Cuartel Morelos estaba ubicado en el lugar en que funcionó por muchos años el Mercado Morelos, derribado este mismo año. Albergaba al 14 Regimiento de Caballería del Ejército Nacional. Por hoy es un terreno baldío que llega de lado a lado y de sur a norte por las calles de Zapata y Morelos.

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Don Edmundo Gabriel del Toro Gallardo, en su laborioso libro “Aquél, mi pequeño Tepic”, le dedica un capítulo de casi 20 páginas al tema del Cuartel Morelos y de la Zona Militar. El autor habla con mucha familiaridad del asunto puesto que era vecino por la calle Querétaro entre Morelos y Zapata.

Podemos imaginarnos que la descripción del Cuartel Morelos sucede en la década del cuarenta, aunque en esas épocas en Tepic todo duraba veinte años en un día. Nuestra ciudad no cambiaba más que de gente. Las calles, los edificios, las casas eran los mismos que hubieron conocido los padres y abuelos.

Así que el Cuartel Morelos era, de acuerdo a la narración de don Edmundo Gabriel del Toro, un edificio con 8 vanos exteriores, a saber: un zaguán, dos puertas y cinco ventanales.

La entrada principal estuvo por la calle Morelos, (por eso el nombre del Cuartel)

“El zaguán, siempre con centinela al frente, tenía una banca de ladrillo y mortero pulido adosada a la pared derecha, en relación con quien entraba. Un arco remataba ese pasillo de acceso. Desembocaba en un corredor cuya techumbre de terrado era sostenida por una columnata que se extendía de extremo a extremo del predio, abierta al amplio patio”.

Lo de los cañones y otras armas, eran utilería

Nos narra don Edmundo Gabriel: “Aproximadamente un metro arriba de la banca del zaguán había una repisa fijada en el muro. Encima estaban colocadas algunas armas, más de adorno que de combate, cuyos cañones reposaban entre las ranuras de un barrote más alto. Un soldado sentado en aquella banca solo tenía que ponerse de pie y dar media vuelta para tomar su fusil.

“Por ese zaguán salía y entraba la tropa cuando iba al lugar que sería su centro de operaciones. Por ahí era el paso obligado de la banda militar cuantas veces abandonaba o volvía al cuartel.

“Entre el zaguán y la puerta central del caserón había tres ventanas; por una de ellas los transeúntes podían mirar a nuestra enseña patria, perfectamente resguardada en digno nicho. Era una gran vitrina de geométrica esbeltez, ajustada al símbolo que representa todo lo que los mexicanos hemos sido, somos, y lo que queremos ser. Las otras habitaciones eran oficinas que se comunicaban entre sí y tenían salida hacia el corredor interior.

“El patio había sido dividido en tres áreas, la del oriente, la más grande, era del asta bandera. En ella se llevaban a cabo las ceremonias militares habituales. El tejaván (sic), iba desde el corredor hasta un portón de dintel que permitía el paso hacia las instalaciones militares ubicadas en el transcorral. Ese espacio techado eran caballerizas. La última parte, la más pequeña, era un área empedrada. Por ese lado, las caballerizas quedaban descubiertas, ya que el tejaván solo era sostenido por pilares. Al parecer ahí se aseaba a los animales, digo animales porque además de los caballos, había un chivo que, para muchos vecinos del cuartel, era algo así como la mascota del regimiento. Frente a las caballerizas estaban los baños de la tropa, que por aquella porción del patio era una importante área de servicio para todos los habitantes del cuartel.

“Más allá del portón alto, en el transcorral, había un amplio patio empedrado. En torno a éste, se encontraban dispuestas las habitaciones de la tropa y otros cobertizos para los caballos.

“Esta parte posterior del cuartel tenía una salida para la caballería a través de un amplio hueco que daba a la calle Emiliano Zapata. Digo hueco porque no tenía ningún tipo de puerta, verja, alambrada, empalizada o mecate que impidiera el libre tránsito de soldados, mujeres y niños que vivían ahí. Dicho hueco corresponde a la entrada oriente, por la calle Emiliano Zapata, justo enfrente del ahora Mercado Morelos. Justo enfrente estuvo el Cine Alcázar, ahora convertido en estacionamiento.

Una extensión donde hoy es Hotel Nayarit

El cuartel tenía una extensión en una finca, también ubicada en la calle Zapata, donde hoy es el Hotel Nayarit, -nos sigue narrando Del Toro Gallardo-, la propiedad solo tenía una barda no muy alta como fachada. Un hueco, para no variar, era su entrada. Al transponer el umbral se podía ver un cuarto de altos muros donde almacenaban el salvado y las pacas de pastura destinadas a la caballada militar.

En el corral, que no sería exacto llamarlo patio, se erguían dos gigantescos fresnos que daban sombra al lugar y cobijo a las parvadas de torditos (sic), y zanates que desde las ramas observaban los movimientos de caballerangos, sobre todo cuando éstos tenían como propósito alimentar a los equinos.

“Así, entre estremecedoras historias humanas, apícolas y caprinas, vibrantes toques de diana, retumbantes tropeles de caballos, desgañitados gritos de ordenanza, furibundos ajetreos de las mujeres de los soldados, y concurridos bailes populares, porque los del 14 Regimiento de Caballería los hacían en grande, como parte de los festejos que se organizaban los días 19 de febrero, Día del Ejército Mexicano, transcurrió la breve estancia en Tepic de aquel regimiento montado.

El Noveno Batallón de Infantería

Para el año de 1953 aproximadamente, el Cuartel Morelos fue ocupado por el Noveno Batallón de Infantería. “Ya no había ese olor característico de la milicia montada, ni señales del chivo militar. Esta tropa (Noveno Batallón), era mucho más tranquila”, nos relata, entre otras cosas, don Edmundo Gabriel del Toro Gallardo, quien afirma que ahí, en el Cuartel Morelos, cumplió su servicio militar obligatorio en 1953 y de ello nos hace otras crónicas que iremos compartiendo de su libro “Aquél, Mi Pequeño Tepic”.

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