El descrédito total de la CNTE

La encuesta de BGC-Excélsior publicada el lunes pasado confirma el repudio espontáneo de la ciudadanía a las movilizaciones de la CNTE. Los resultados son contundentes: 89% poco o nada simpatiza con la CNTE (nueve de cada diez); 76% en desacuerdo o en parte con el bloqueo de Paseo de la Reforma para satisfacer sus demandas; 85% desaprueba que se les pague a docentes que no aparecen en el censo y que se les dé plaza a quienes no realizarán examen, y el mismo porcentaje estuvo de acuerdo o en parte con el desbloqueo realizado por la policía. El 67% desaprueba que no se les despida a los maestros faltistas, y el 89% está en desacuerdo o en parte de que el gobierno les pagará el sueldo para terminar con la movilización. Más de 80% está a favor de la evaluación educativa, y 73% concuerda con la centralización de la nómina magisterial.

Como se sabe, a partir de este año se centralizó el pago de la nómina magisterial con base en un censo nacional realizado por la SEP (descubrió a casi 300 mil aviadores), pero de manera parcial por el boicot de la disidencia magisterial en Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca. En consecuencia, a más de 16 mil trabajadores de la educación no se les pagó, de los cuales cinco mil 890 fueron oaxaqueños. La reacción de la Sección 22 de la SNTE fue “mostrar músculo” e impuso un megaplantón en Reforma, convirtiendo en rehenes a millones de capitalinos (provocando pérdidas millonarias e incuantificables daños al patrimonio histórico del DF), sin olvidar su desprecio por 1.3 millones de niños que dejan sin clases, entre otros agravios.

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Las protestas de la semana pasada no son más que otro capítulo de la lucha de la CNTE contra la Reforma Educativa, cuyos alcances amenazan su control de la educación oaxaqueña (con presupuesto de 17 mil millones), y en su  última  supervivencia como activistas que usufructúan los dineros públicos para financiar sus intereses corporativos y políticos. Si hace 35 años la CNTE tuvo una legítima razón de ser (mejorar las condiciones laborales y de vida de los docentes, y luchar contra los cacicazgos sindicales) justificándose sus movilizaciones, actualmente se ha convertido, con la CETEG, en los principales obstáculos para el cambio educativo y social.

La disidencia magisterial se siente afectada en sus derechos, pero resulta que sus plazas fueron consecuencia de la lucha gremial y no del estudio, la actualización y la superación profesional. Por ello, son magníficos activistas (la CNTE cuenta con más de 100 mil), cada vez más fogueados en métodos y técnicas guerrilleras (y vinculados al EPR, ERPI, etcétera), que defienden su derecho a ser juez y parte en la educación (ser a la vez autoridades y profesores), a controlar los institutos educativos estatales, a usufructuar el presupuesto público contra el Estado y la sociedad. Éste sí, un grave conflicto de interés de incalculable perjuicio para la nación.

Además de seguir cobrando sin trabajar, los centistas demandan la expulsión de los maestros del SNTE de Oaxaca, la creación de una Ley Estatal de Educación (redactada por ellos y contraria a la Constitución), la libertad de “presos políticos” (comprobados secuestradores) y ¡cinco mil plazas! Estas demandas pretenden fortalecer su cacicazgo, expandirse a escala nacional, realizar una huelga general”.

En 2006, la CNTE reveló su radicalismo, cuando la Sección 22 integró la APPO e intentó derrocar violentamente al gobierno de Ulises Ruiz. Ahora busca, tal como lo expresa en un manifiesto, “derrotar al actual régimen y convocar a un nuevo constituyente”. Para eso quiere más plazas y el dinero. Ya prepara una nueva provocación en pleno proceso electoral, respaldada por la CETEG, Morena”.

Entretelones

Ebrard será el Abarca de Morena o de Movimiento Ciudadano; lo saben de antemano.

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