El movimiento social de 1963 que recuperó el Mercado “Juan Escutia”

En 1877 el cabildo de Tepic presidido por Bonifacio Chávez Vázquez, compra la manzana comprendida entre las calles hoy llamadas Mérida, Amado Nervo, Puebla y Zaragoza.

Desde ese año y hasta 1904 el terreno funcionaba como mercado pero con puestos improvisados.  En la manzana también hubo viviendas de adobe, que al cabo se destruyeron.

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En 1904 el presidente municipal José María Menchaca decide que con fondos públicos se construya este edificio de muros de cantera, que trajeron de Zacatecas.

Se le nombró Mercado Juan Escutia, y ahí expendían productos que provenían de las 48 haciendas del entonces territorio de Tepic.

De acuerdo a la recopilación de datos del amigo Enrique de Aguinaga, historiador de Tepic, los primeros comerciantes “locatarios” fueron don Manuel Sierra, los hermanos Somellera Rivas, la Viuda de Leal, don Manuel P. Brambila, don José María Vargas, don Francisco Terán, don Francisco Vázquez, entre otros.

Las mercancías eran azúcar de los molinos de Puga y La Escondida. Aguardiente de San Cayetano. Jabones de Delius y don Emilio Parra. Panocha de El Molino de Menchaca. Tabaco de “El Invierno” o del señor Fletes. Telas de Jauja y Bellavista. Y algunas mercerías que le hacían competencia a los negocios de Brockmuller, de Manuel Maldonado, de Menchaca, de Retes o de Beyer.

Inexplicablemente, este edificio fue derrumbado en la década de los sesentas.

El inmueble actual lo realizó el ingeniero Francisco Ibarra Farah, por órdenes y financiamiento del gobierno federal que presidía don Adolfo López Mateos.

1963

En el año de 1963, siendo gobernador del estado el doctor Julián Gascón Mercado, se decide  derrumbar  el viejo mercado “Juan Escutia”.

La inconformidad de los comerciantes locatarios y los comerciantes de la zona aledaña se manifestó  fuertemente.

Se les explicaría que ahí, en donde estaba el viejo inmueble, se construiría una plaza.

El enojo fue mayúsculo

Todavía, las autoridades, trataban de convencer a los locatarios para que se movieran al mercado “Morelos” recién inaugurado en un terreno que pos años habría servido de cuartel militar.

Y también se les daba la opción de reubicarse al remodelado mercado “Abasolo” o “Amado Nervo”.

No hubo arreglo entre la autoridad y los afectados. El mercado fue echado abajo.

Fue difícil tirar esos muros de piedra. Las columnas eran inmunes a los marrazos de los albañiles.

Se tuvo que contratar una catapulta para el derribo de cada adobe.

Los negocios habían cerrado sus puertas durante semanas. Eran nubes de polvo y una estampida de ratas lo que se vió durante la obra de destrucción.

A tres cuadras a la redonda se cerró el comercio, se sellaban las rendijas por entre ventanas y cortinas. El polvo se filtraba por donde sea.

El movimiento social

Los comerciantes y locatarios del mercado Juan Escutia estaban furibundos. Indignados. Tanto que se sumaron a un movimiento social que también se inconformó con el anuncio de que habría que colocar medidores de agua en cada domicilio de la ciudad.

Una visita a Tepic del presidente López Mateos, cambió todo.

Bajo el liderazgo de los combativos Gabriel Roque Ledezma  y Enrique Alcántar Ibarra, Los inconformes por la destrucción del mercado Juan Escutia y por los medidores domiciliarios de agua potable, interrumpieron el mitin de bienvenida al presidente de la república frente a palacio de gobierno.

Desde el techado de la Fotografía Rivera, (esquina noreste de México y Abasolo), se escuchó una bocina con la voz del señor Roque dirigiéndose al presidente que estaba en el balcón central de palacio.

Hubo movilización de las guardias presidenciales. Persiguieron y detuvieron a varios manifestantes. Sin embargo el presidente López Mateos no reprimió a nadie.

Al contrario, el primer mandatario de México solucionó los asuntos a favor de la sociedad de Tepic, y muy pronto se canceló la instalación de los medidores de agua potable, así como también se anunciaba que el mercado “Juan Escutia” tendría que ser levantado de nuevo ahí mismo en donde ya estaba el terreno baldío.

Hay mucho que aprenderle a ese movimiento cívico- social de 1963, en donde los tepicenses unidos demostraron que con carácter, amor a la patria chica y con valor personal, pudieron solucionar dos causas que parecían irremediables. Dos causas que hoy hayan sido irremediables e irreparables.

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