Cuando no puedes parar

Simples Deducciones

Brunilda cumplirá este 2019, 45 años y está a casi nada de alcanzar los 132 kilos de peso, le faltan 300 gramos y no sabe cómo detenerse, ha probado todas las dietas, claro, sólo aguanta una semana y con sus altibajos y al ver que no pierde los 6 o 7 kilos que promete ese régimen se decepciona y sigue adelante. No trabaja, es la más chica de 6 hermanos y la que se “quedó” a cuidar a su mamá quien le insiste en cenar diario “cositas” tales como gorditas, tamales, enchiladas, tacos de la esquina y bueno, todo lo que esté al alcance.

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Inexplicablemente sólo su hermana Magui, dos años mayor que ella, es la única insistente en que debe perder peso, ya no por estética sino por salud, pero Bruni les dice a todos que ella es feliz así, pero a solas sabe que eso no es del todo cierto, su historia sea quizá como la de muchas personas, hombres y mujeres que comen por depresión, angustia, miedo entre otros sentimientos más.

Aceptó contarme su historia a cambio de que pusiera el nombre que ella siempre quiso tener y que le puso a su primera muñeca que aún conserva. “Mido 1.60 y soy una pelota que nunca se ve de cuerpo completo en el espejo, sólo la cara, no me saco la ceja, no me depilo esto que ves que es algo de bigote, ni piernas, ni nada, ¿para qué?, no me maquillo, siempre ando en pants y rara vez voy a una fiesta que no sea de la familia porque implica que me vean comer, sé que no me voy a detener si veo que es una taquiza y podría devorar hasta 10 o 12 tacos, esperar el pastel, litros de refresco y todo lo que me encuentre al paso”.

Su voluminoso estómago ya le está impidiendo amarrar las agujetas de sus tenis, el elástico del pantalón le cala en el abdomen y le es complicado encontrar playeras que le queden flojas como a ella le gustaría, “Busco playeras no blusas de preferencia negras o azul marino, nunca me pondría una blanca pareciera que soy el doctor simi ¿no?”, aunque bromea con su peso al final de cada frase hay un acento de dolor.

Dice que su mamá la sobre protegió y la hacía comer de más, a los 6 años recuerda que ella pedía 2 enchiladas y su mamá prácticamente la hacía engullir 3 más, cinco en total con un buen vaso de refresco y algún pan dulce.

Confiesa que le duele la soledad, el aislamiento, la frialdad y entonces cuando todo eso se le junta, “Voy a la cocina y como, como todo lo que esté a mi alcance, galletas, pan, bolillo solo, con crema o mermelada y refresco, “Creo que casi nunca pruebo el agua natural, no me pasa se me atora en la garganta”, me dice que, “Yo estoy condenada a morir así o más gorda porque no puedo o no sé cómo parar, el cuerpo me pide más y más, y hay veces que llorando sigo comiendo me doy miedo porque ha habido veces que me duele aquí (pone su mano cerca del corazón) pero en cuanto pasa vuelvo a buscar chocolates o un pan, eso es lo mejor para aliviar mi angustia”.

Le han descubierto diabetes y le dieron medicamento y le dijo el doctor que cero azúcar, caminata de moderada a intensa, 40 minutos diarios pero a 3 meses del diagnóstico ni se toma la medicina, ni hace dieta mucho menos ejercicio aunque se sienta mareada, con vista borrosa y ni la advertencia severa y ruda de que puede quedarse sin ver o sufrir una amputación si descuida sus pies la ha podido frenar.

“Yo me quiero morir así, comiendo, es lo único que me enseñó bien mi mamá y aunque en su tiempo antes de que mi papá enfermera me dijo que estaba en mí salir adelante y dejar de comer en este grado, no sé cómo hacerlo y mi madre dice que así estoy bien. Hay veces que veo vestidos o ropa muy bonita pero sé que sólo es para gente delgada”.

Bruni nunca ha tenido novio, no sabe lo que es que la tomen de la mano, que le pasen el brazo por el hombro y recibir un beso, “No y ya no es tiempo de vivirlo, la otra vez soñé que ya me moría y creo que cuando desperté tenía esa paz interior que sólo la niñez te da o sea, que tenía años sin sentir eso y así tal cual me voy a morir, no quiero ayuda de nadie, sólo quiero descansar ya de mi misma, de este peso en los pies y rodillas”.

Quedo mudo ante sus palabras, se para con lentitud y dificultad de la jardinera donde platicamos por unos minutos y se despide de mí, la veo irse y llegar a la tienda, minutos después sale con una bolsa donde lleva pan y refresco, camina lento y mirando el piso. No sé sí agradecerle a la única amiga que tiene Bruni el que me haya contactado con ella o decirle que la apoyemos para que cambie su vida, porque por encima de sus palabras pude percibir la leve esperanza de que alguien le ayude. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo juanfechavez@gmail.com

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